martes, 3 de septiembre de 2019

Reseña



Amilcar-Ultima actualizacion 31 de Agosto 12:00 p.m

Más les vale que el pan sea excelentemente rico, y en este punto de la vida el precio es un valor que para mí es algo subjetivo y siempre está supeditado al sabor o al servicio; creo que yo y muchos amantes de la gastronomía o la buena vida hemos comprendido que el precio es relativo cuando la satisfacción es mucha y podemos pagar lo que sea, claro, dentro de nuestro presupuesto para disfrutar de algo que nos guste.

Así fue como por curiosidad entre a la Pastelería Orly, un lugar con cierto abolengo y mucha historia ya que desde 1927 ha estado orneando pan. Si bien tiene añisimos haciendo pan, pasteles, galletas, gelatinas y cosas dulces, este lugar tiene un problema de ubicación y es que solo cuenta con 3 sucursales, dos de ellas en el inaccesible centro y una hasta Aragon, dejando fuera un mercado muy grande y potencial que caería rendido a sus pies por su sabor y su conveniente precio.

Para mi entrar a esta panadería fue toda una experiencia, una caótica, ensordecedora, confusa, que me hacía repetirme “espero que el pan este bueno”, porque entrar ahí es sumergirte en el caos, algo así como un deja vú a una romería de la merced, con mucha gente, caos, descontrol, mal humor de los empleados y charolas de pan corriendo por todos lados.

Ese lugar es una locura, si no son los panaderos llevando enormes cantidades de pan para resurtir las vitrinas gritando que te quites del paso, es la gente con sus pesadas charolas de pan exigiéndote que no estés contemplando el pan, pero habiendo tantas opciones es imposible no pensar cual llevarte, porque aquí no aplica la de llévate todo con tantas alternativas.

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